A TODA LA COMUNIDAD DIOCESANA
Muy queridos en Cristo, hermanos y hermanas, sacerdotes, personas consagradas,
fieles crist¡anos laicos: Se ha cumplido ya un mes de la situación de alarma o de alerta,
con las disposiciones de confinamiento y de medidas excepcionales para evitar en lo
posible el contagio de la pandemia del covid-l9. En nuestra diócesis se están siguiendo
escrupulosamente las directrices y recomendaciones tanto del Gobierno de la Nación,,
como de la Iglesia, concretadas por la Conferencia Episcopal y por este Azobispado;
tengo que felicitaros a todos por este gran sentido de responsabilidad ejemplar y
prudencia y caridad que estáis mostrando. No sabemos cuánto tiempo va a durar todavía,
esto, la pandemia y el confinamiento; posiblemente vaya para largo, tal vez meses,
aunque no nos dicen la verdad, si es que alguien la sabe; nosotros, no obstante,
seguiremos con la misma prudencia, la misma caridad, y la misma obediencia y docilidad a
Ias prescripciones, obedeciendo por encima de todo a Dios y por eso colaborando por
caridad y justica en que no se produzcan más contagios, y con las actitudes y obras de fe,
de caridad y de servicio, con toda esperanzat que es lo nuestro, lo de los cristianos, lo de
la Iglesia. Por eso os digo a todos que guardemos escrupulosamente las
orientaciones que ya recibisteis en su día de la diócesis: SIGUEN VIGENTES
COMO EL PRIMER DÍAy y no se salten ni difundan otras cosas. Soy consciente de
lo duro que es todo esto, de Ia difícil situación que estamos pasando, imaginaos cómo
estoy sufriendo para actuar así. Seguimos, como los discípulos, tras la pasión, encerrados,
con las puedas cerradas por miedo de la pandemia, y al contagio -ni contagiar o trasmitir
el virus aunque no sepamos que lo portamos, ni ser contagiado, ni recibir el virus de otros
que quizá no sepan que lo poftan- y, también Zpor qué no decirlo?, por el clima de miedo
que se está creando ante algunas actuaciones de cieftas fuerzas, ejecutoras obedientes, y
presiones, que ya sabéis a las que me refiero puesto que las estáis sufriendo con gran
sentido cristiano,
Sin embargo, y a pesar de todo, tengo y quiero, sobre todo, deciros: estamos en
Pascua; es verdad, Jesucristo ha”vencido la muefte, no ha sucumbido a la desgracia y a la
pasión de que fue víctima, injustamente perseguido, no respetado y condenado, y a pesar
también de que sigue sufriendo la pasión hoy en sus hermanos, -la Humanidad sufriente
por la pandemia del virus covid-l9-, y Jesús continúa abrazado a esa cruz con nosotros y
por nosotros en este Calvario de la Humanidad que padece, -algunos con mayor
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intensidad, muchísima intensidad por la muertes de seres queridos-, mostrando Y
actualizando ese amor infinito con que en su Cruz de Jerusalén nos amó. Tened muy en
cuenta que su amor no tiene límite y que nada ni nadie puede vencer ese amor con que
somos amados. Recuerdo hoy y estos días, aquellas palabras tan vibrantes dichas por el
Papa Juan Pablo II en uno de sus viajes apostólicos ante miles de jóvenes en un estadio
donde tantos habían sido ajusticiados:iEl amor vence siempre, el amor vence
siempre, como Cristo ha vencido, el amor ha vencido,
Pablo II’l
Estamos en Pascua, hoy es Pascua, ha resucitado y vive vencedor de la muefte, sin
la losa sepulcral de muerte, de contagios y de miedos. Sigue amándonos y no nos deja.
Camina con nosotros como con los discípulos desconceftados y cariacontecidos hacia
Emaús, desesperanzados. Nos invita a proseguir el camino, sin retirarnos, con la mirada
fija puesta en Él que tanto supo y sabe de ignominia y de desgracia. Y nos levanta el
ánimo y devuelve la esperanza grande y verdadera. n Ét Oirigimos nuestra mirada para
que sane las heridas de la Humanidad desolada, al tiempo que nos muestra las suyas en
su cuerpo. Hoy es Pascua de resurrección y sigue repitiéndonos con fuerza: “no temas, he
resucitado y aún estoy contigo, no te dejo, camino contigo, Humanidad herida y
desolada”. “Para muchos está siendo o es una Pascua de soledad, vivida en medio de
numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos
físicos hasta los problemas económicos” (Francisco) Cuando caminamos desalentados
porque no esperábamos esto ni por asomo, cuando estamos encerrados nos encontramos
con la presencia de lesús resucitado, Que atraviesa las paredes para desearnos y darnos la
pazy devolvernos la esperanza.
ZNo lo estamos viendo y palpando en tantos signos de vida y amor como están
acaeciendo? La piedra que desecharon los constructores de este mundo, es ahora la
piedra angular, sobre la que edificar: Jesucristo. Y sobre Cristo, vivo y presente, estáis
edificando cuando estáis dirigiendo desde lo más interior y hondo de vuestro corazón y de
vuestras casas vuestra oración silenciosa pero que oye y atiende Dios, Padre nuestro, que
ha resucitado a Jesús, y, juntos en familia, en y desde lo más íntimo y querido de vuestras
familias y con vuestras familias, en el comedor o en la sala de estar de vuestros hogares le
dirigís suplicantes y llenos de confianza vuestras plegarias; edificáis sobre la piedra
angular que es Cristo, cuando leéis las Escrituras santas que nos hablan de É1, y escucháis
como lo caminantes de Emaús que todo encuentra sentido en Ét; estáis edificando sobre
esta piedra angular, Cristo, cuando permanecéis muy unidos la comunidad familiar y os
sentís muy unidos, solidarios y más que solidarios con los que han sufrido el zarpazo de Ia
muefte ocasionada por el virus o cuando solidariamente ayudáis a personas vulnerables
llevando a sus casas lo que necesitan de alimento, o de medicinas, o de lo que les sea
necesario; y también podemos ver que Cristo vive y no ha vencido la muefte, en tantos
y tantos sanitarios, médicos y enfermeros o enfermeras, fuerzas de seguridad,
Aunque en ocasiones ante sucesos v situaciones concretas pueda oarecernos
bomberos, y ufl amplio “etc”, que están jugándose su salud y su vida por ayudar a los
demás, en todos ellos podemos ver que “este es el día en que actuó el Señor sea nuestra
alegría y nuestro gozo”.
Hermanos y hermanas muy queridos, reconozcámoslo, estos días estamos viviendo
una especial presencia del Señor que vive, en el recinto doméstico, Y se han encontrado
todos los miembros de las familias de una manera distinta, rezando juntos, escuchantJo la
Palabra queriéndose más, unidos, y queriendo más a los demás: Zno está Cristo cuando se
reza unidos o unidos se le escucha, o crece el amor mutuo? ZNo está ahí la Iglesia? cNo
hacían y hacen esto en la Iglesia del silencio donde la Iglesia, a pesar de lo que pueda
parecer, no está cerrada con las puertas cerradas? Como me decía una abuelita muy
mayor y viuda, sola, que no estaba solica porque Dios estaba con ella, lo mismo vosotros
no estáis solos porque a través de todos esto, y además de ser pequeñas Iglesia donde
está Cristo, es que estáis diciendo y proclamando desde el silencio, como en otros tiempos
en que no se podía hacer otra cosa, estáis afirmando que Dios está con vosotros, que sólo
Dios es necesario y que Él basta. iQué maravilla!: Sólo Dios!, Padre de Jesucristo y Padre
nuestro; poned, pongamos y sigamos poniendo sin desmayo, en Ét toda la confianza, que
Él nos ama y nos ha demostrado su amor y la verdad de este amor resucitando a Jesús,
nuestro Hermano.
Quiero compaftir este gozo con todos vosotros, en estos momentos de desolación
de la pandemia, y proclamar que la cruz,la muerte, la enfermedad, el dolor, la desolación,
la losa sepulcral, la ruina, no tienen la última palabra: la última palabra la tiene Dios que
ha resucitado a su Hijo de entre los muertos y ha retirado ya la losa opresora, porque nos
quiere con su amor sin medida: Es amor y el amor vence siempre, ya ha vencido.
Verdaderamente ha resucitado el Señor, el crucificado, atrapado por la muerte pero no
vencido por ella, y vive. Esta es nuestra esperanza que humildemente, como don de Dios,
se la ofrezco a todos y para todos pido. cQué hemos de hacer? Desde aquígrito: volvamos
a Dios, abramos las pueftas a Cristo que vive. Desterremos de nosotros, la indiferencia, el
egoísmo, la división y olvido (Francisco). Abramos las pueftas a Cristo, abran las puertas
de los Estados, de la sociedad, de la cultura, de las familias, de los hombres todos,
singularmente los afligidos y miedosos, a Jesucristo; sólo Él sabe lo que hay en el corazón
de los hombres. Es la hora de la Pascua, es Ia hora de la esperanza que no defrauda. Es
necesario que fluya esta corriente de esperanza, QUe se contagie esta esperanza que se
nos ofrece en la Pascua y trabajemos juntos unos por otros y con otros en el próximo
futuro. Es posible un nuevo futuro, pero cambiemos, no olvidemos lo fundamental y
primero: Dios y su amor, su apuesta por el hombre, y su predilección por los pobres,
enfermos y vulnerables.
Releyendo los informes que me han pasado los Vicarios Episcopales de zona, estoy
admirado de lo mucho, muchísimo, QU€ estáis haciendo, sacerdotes y fieles, desde las
parroquias, desde Cáritas, desde las familias, desde los hospitales y clínicas, desde
residencias de mayores, desde”la Universidad Católica, desde los Colegios diocesanos;
muy sencillo todo, pero muy verdadero y eficaz; os estáis mostrando como verdadero
pueblo de Dios que camina, siguiendo al Señor resucitado, os felicito; estáis testimoniando
vuestra fe que se apoya y surge de la resurrección, estáis expresando que el poder de la
muerte, que a todos amenaza, no es la última palabra, porque creéis en Dios y en su Hijo
Jesucristo, en la resurrección y en la vida eterna os preparáis para el encuentro con el
Señor, en el abrazo y descanso por su misericordia en la vida perdurable; no os
abandonéis, seguid centrándoos en la esencial, sacerdotes, fieles laicos, personas
consagrad?s, y lo esencial y primero es Dios y su Hijo Unigénito, enviado, Jesucristo que
oró, confió en el Padre y el Padre lo libró de la losa de la muefte y vive y traspasa la-s
paredes que nos encierran en nuestro mundo y nos enclaustran con puertas de miedo: El
se hace presente y está vivo con las heridas de la crucifixión, que son la nuestras hoy.
Van a venir tiempo muy difíciles y ahí hemos de estar, y hemos de prepararnos y
disponernos para hacer lo que podamos y debamos. Echemos a volar la imaginación y
creatividad de la caridad en nuestra diócesis, no cesen ni se aminoren o debilitert las
fuerzas en Cáritas y su voluntariado, que las instituciones diocesanas educativas y
unlversitarias elaboren y realicen proyectos que son posibles en su manos y si no que
busquen apoyos, que los medios de comunicación nuestros estén al servicio de lo que hoy
en la pandemia y mañana, cuando vaya pasando, nos está pidiendo el Señor. iAdelante,
con ánimo, con fe, con esperanza. Sin límites nada más que los que Dios nos ponga.
Volvamos a Dios, conviftámonos de verdad a Dios que resucitó a Jesús. Dios puede,
puede más que todo lo que nos atenaza, asusta y amenaza de muefte. El Maligno no
podrá vencer al amor que Dios nos tiene: roguemos a San Miguel Arcángel que venga en
ayuda de su Iglesia, que la defienda, con san José, los santos del Cielo y la Virgen María;
estamos superconvencidos que las pueftas del infierno no podrán contra ella. El amcr no
es ni será vencido, aunque se muestre aparentemente impotente. Cristo ha vencido desde
la impotencia de la Cruz, que es la impotencia omnipotente de su amor: Dios, solo Dios,
este debe ser el horizonte de nuestras vidas. Edifiquemos únicamente sobre la piedra
angular que es Cristo, no tenemos otros Nombre en el que podamos ser salvos que el
suyo, sólo É1. Es lo que también nos pide nuestro Sínodo diocesano, 9u€ aunque
interrumpido de momento, no ha acabado aún, y Dios nos pide, al convocarlo, Que
vayamos a lo esencial y primero, que es él mismo y su amor, y el amor, su amor no será
ni ha sido vencido: Dios, Amor, puede, y puede más.
Quisiera, por último, felicitar, agradecer de todo corazón y animar pafticularmente a
mis queridos hermanos sacerdotes: es la hora de la fe, de la esperanza que no defrauda,
de la caridad pastoral que no se reserua nada para sí, de la eucaristía que los sacerdotes
debemos celebrar todos los días por el pueblo confiado a nuestro cuidado de pastores, y
más en esos tiempos, es la hora muy en especial de los sacerdotes sin los que no es
posible la Eucaristía, es la hora de la santidad sacerdotal que Dios nos ofrece y que trae la
verdadera renovación de nuestras comunidades: aprendamos la gran lección que Dios nos
está dando. No permitamos ni dejemos que avance más la fuefte “mundanización” de
nuestro mundo, el olvido de Dios o de su ausencia de nuestro mundo, obra de los
hombres. No nos echemos atiás en el anuncio del Evangelio, anunciemos a Cristo
Evangelio vivo e Dios, a tiempo y a destiempo, que es fuerza de salvación para todo el que
cree: lo primero la fe, Jesucristo, su anuncio y su testimonio, QU€ es conflanza sin límites
en Dios, padre nuestro: que la oración permanente y la penetración en la oración que
Cristo nos enseñó sea nuestra luz y nuestra guía, con la Virgen María, que dijo en Caná a
los criados: “haced lo que É1, Jesús, os diga’, y nos lo dice también hoy a nosotros
sacerdotes que somos ahora sus criados, para hacer su voluntad, que sea santificado y
reconocido su Nombre y que venga y se establezca su Reino y reinado, que es lo único
que a nosotros, sacerdotes/ como a Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, nos mueve. No
dejéis la Eucaristía diaria, que se ofrece por toda Ia Iglesia, aunque físicamente no la
veamos, está presente allí en cada una de las Eucaristías, aunque la celebremos solcs, la
Eucaristía es fuente de santidad, de salvación y de vida para todos los fieles, también
término para nosotros celebrantes. iÁnimo!
Con todo mi afecto, amor, mi oración y mi bendición para todos, sacerdotes,
personas consagradas, fleles cristianos laicos, adultos, ancianos, jóvenes y niños, mujeres
y hombres, os tengo a todos muy presente, os quiero entrañablemente y oro por todos,
especialmente por los que más estáis sufriendo en estos momentos y más lo necesitéis
Valencia, L7 de abril, 2024
+Antonio Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia