LA ASCENSIÓN

La fiesta de la Ascensión es el colofón de la Resurrección, porque, una vez resucitado Jesús, su lugar propio es el cielo, la gloria, estar junto al Padre. Pero ha tenido con nosotros esta inmensa condescendencia de dejarse tocar por los suyos y de compartir con ellos el gozo de la Pascua.
La Ascensión es una celebración que tiene lugar 40 días después de la Resurrección y la fiesta litúrgica se traslada al siguiente domingo más cercano. Una vez que Jesucristo sube a los Cielos, nuestra relación con Él es de “fe y de amor, en la esperanza de vernos un día cara a cara y saciarnos plenamente de su presencia gozosa en el cielo. Vivimos en la espera de ese día feliz, pero ya gustamos desde ahora su presencia de otra manera en la vida cotidiana de la Iglesia.
Jesús está presente en los sacramentos, especialmente en el sacramento de la Eucaristía, que nos ha dejado como testamento de su amor también en las personas y en la comunidad eclesial, donde él ha prometido estar con nosotros hasta el final de los tiempos, además de en los pobres y necesitados, con los que ha querido identificarse y a través de los cuales reclama continuamente nuestro amor.
La presencia Jesús Resucitado en la historia humana es una presencia transformadora capaz de llevar esta historia humana a la plenitud y llenarla de sentido en cada una de sus etapas.
Es decisivo tener un encuentro personal con Jesús Resucitado para tener una actitud misionera, no sólo para anunciar que está vivo y nos espera en el cielo, sino para infundir el Espíritu Santo en nuestros corazones, a fin de hacernos constructores de una historia en la que hemos sido elegidos para ser los protagonistas.

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